Una pincelada bien dada es todo lo que busco

El artista bogotano exhibe “Menos palabras y más color”, obras concebidas durante su residencia en Boston. En ellas se palpa toda la madurez de un hombre nacido para ser libre y pintar.

Nacido en Bogotá, hace 32 años, en el seno de una familia de artistas, para Alejandro Fischer Cárdenas fue tarea fácil determinar desde temprana edad su futuro. El arte en todas sus expresiones fue ese alimento que a diario recibió como legado de quienes lo rodearon y ello le marcó para siempre.

Hoy, después de haber trasegado por los caminos del dibujo, la pintura y la es cultura, comienza a hacer realidad todos esos sueños de niñez y adolescencia, según sus propias palabras, “el sueño que otros hombres más grandes vivieron cuando decidieron pintar al óleo”

Créditos: El Espectador, No.5 Agosto 20 de 2003

Por ahora, su búsqueda le ha llevado por los caminos del arte figurativo, un término que cuadra muy bien a quienes prefieren no ser categorizados bajo alguna corriente específica, ni buscan hacer parte de algún movimiento contemporáneo definido. Ellos, por el contrario, encuentran estímulo y visión artística en el hombre, el mundo natural, su estructura y el mundo `invisible’ que los rodea.

“El realismo moderno es la corriente que más me atrae. Admiro la anatomía y sus formas derivadas de expresión en la obra de un Rodin o de un Toulouse-Lautrec. La anatomía y el diseño se han convertido en elementos fundamentales de mi obra”, reconoce el propio artista.

Para Alejandro Fischer-Cárdenas, su generación es distinta y agresiva, ante un mundo que está en un cambio constante: “Los crecientes recursos visuales se presentan como un medio fértil y listo para explorar. Esta es la gran oportunidad que tengo como artista para encontrar nuevas formas de expresión. Continuaré en este camino mientras sigo trabajando en la tradición conocida por su compromiso con el dibujo y la línea”.

Europa y toda su riqueza en cuanto a expresiones artísticas han sido su alimento durante los últimos años. Formado en la School of the Museum of Fine Arts de Boston, los cuadros que ahora expone en Colombia son producto de la conquista, a estas alturas de su vida, de ese espíritu libertario frente a una tela o una tabla de madera, armado de luz, brochas, trementina y aceite de linaza: “La forma de vida que escogí”.

La madurez como pintor ha llegado y él acepta el reto de la creación. “Si me dan un lápiz, hablo. Nací para pintar y comunicar mis ideas por medio del color. Los pensamientos que viajan por la mente mientras las manos atacan la tela o una tabla de madera están plasmados en estos manchones que presento en Deimos arte, unos más pulidos que otros. Una pincelada bien dada es todo lo que busco”.

Tomado del periódico El Espectador, 2 de noviembre de 2003